El Reloj de Pío Baroja
“¡Ah! Soy feliz –me repetía a mí mismo-. Ya no oigo la odiosa voz humana, nunca, nunca.”
¿Pesimista? No sé. ¿Nihilista? Tampoco lo sé. Quizá las dos. Para ser franca no sé como definir a Pío Baroja. Por ahora me preocuparé por hacer el intento de analizar uno de sus cuentos: El reloj.
Este cuento me gustó particularmente por el manejo del tiempo y por el inesperado final. (No creí que Baroja hubiera escrito cuentos, siempre pensé que sólo tenía novelas).
“Hay en los dominios de la fantasía bellas comarcas en donde los árboles suspiran y los arroyos cristalinos se deslizan cantando por entre orillas esmaltadas de flores a perderse en el azul mar. Lejos de estas comarcas, muy lejos de ellas, hay una región terrible y misteriosa en donde los árboles elevan al cielo sus descarnados brazos de espectro y en donde el silencio y la oscuridad proyectan sobre el alma rayos intensos de sombría desolación y de muerte.”
De este párrafo inicial podría pensar primero, en la percepción, que según dicen algunos escritores, tenía él de la vida, Baroja pensaba que los seres humanos fantaseaban mucho, que la vida se les iba en creer lo que imaginaban. Pero que la vida no era así. Para muchos él fue demasiado pesimista; y segundo, en la visión que él posiblemente tuviera de la realidad.
Baroja escribió el cuento en primera persona y durante todo el desarrollo del cuento sólo aparece el mismo personaje. Esta persona es un hombre, y por lo que se puede entender, es adulto, aunque no pude determinar si era joven o anciano. El héroe de este cuento, es una persona, desde mi punto de vista, pesimista, egoísta, pero que tiene una lucha contra él mismo, porque a la vez no quisiera estar solo.
“La vida estaba dominada; había encontrado el reposo. Mi espíritu gozaba con el horror de la noche, mejor que con las claridades blancas de la aurora.
¡Oh! Me encontraba tranquilo, nada turbaba mi calma; allí podía pasar mi vida solo, siempre solo, rumiando en silencio el amargo pasto de mis ideas, sin locas esperanzas, sin necias ilusiones, con el espíritu lleno de serenidades grises, como un paisaje de otoño.”
Después de leer esto también pensé, que Baroja tenía muy claro que él sólo iba a encontrar esa paz interior o esa forma de vivir que buscaba con la muerte. Ortega y Gasset escribió algo sobre la sensación que le dejaba el leer las obras de Pío Baroja, “En cada instante se empieza y a la vez se concluye, reflejo del alma de Baroja, que nace y muere en cada instante, pues buscar un acuerdo con lo que ayer pensó y sintió le parecía sobornarse a sí mismo”[1]
El cuento describe dos ambientes, el primero que es el de la fantasía lo describe como un paisaje hermoso, con árboles y con azul mar. Y el otro, es una colina muy retirada del primer lugar donde hay un castillo. Allí es de noche, es oscuro y sombrío. Un lugar donde no hay más que un sapo solo, como el protagonista de la obra.
En este último lugar hay un reloj. Elemento importante en la obra. El protagonista del cuento, a medida que nos cuenta la historia de cómo fue a parar al castillo y de lo feliz que llegó a sentirse allí, es insistente al decir “Y el reloj sombrío media indiferente las horas tristes con su tictac metálico”. Sólo cambia esta frase al final del cuento: “Y el reloj sombrío que mide indiferente las horas tristes se había parado para siempre.”
Este final, me hizo pensar en que el narrador o, en este caso, el protagonista, había muerto, pues nos venía contando que hubo un momento en que se llenó de terror de sentirse solo en ese castillo y pidió a los árboles, a la luna, al viento y hasta a los mismos hombres, que no se alejaran de él. Que lo acompañaran con su ruido. Pero todos ellos, como el mismo lo dice: permanecieron sordos. Y es en ese instante donde el reloj que mide indiferente las horas se había parado para siempre. Sin embargo, es imposible que el protagonista haya muerto, pues él empieza contándonos en presente, un suceso que le ocurrió a él en el pasado, él nos cuenta un recuerdo que tiene. A demás, él ya no dice que el reloj medía, sino que mide. Ese cambio del tiempo, da pie para que uno piense que el reloj sólo paró en ese momento, porque aún sigue midiendo las horas. Yo concluí que, en ese momento en que se sintió solo y el reloj paró, paró también su soledad. Que en ese momento él volvió a los dominios de la fantasía donde es de día y los árboles, las flores, los arroyos y el mar se sienten siempre. Por esta razón es que digo, que el personaje tiene un conflicto con él mismo, pues está en una constante pelea entre el estar solo y no fantasear y el estar con todos y vivir con sus esperanzas e ilusiones.
Aunque también podría concluir, que simplemente en el instante que se paró para él el reloj, él se había quedado dormido. Pues según él, cuando estuvo en el castillo estaba borracho por el alcohol y sus tristezas. Y ahora que menciono tristeza, esto también es algo bueno para analizar. ¿Por qué estaba triste? Para mí estaba triste, por ver como la gente vivía la vida y él no le encontraba sentido. ¿Por qué pienso esto? Lo que pasa es que para mí es inevitable, el leer este cuento y no pensar inmediatamente en que Baroja es quien cuenta la historia, que Baroja es el protagonista.
Los que han estudiado la vida de Baroja a fondo, entre ellos Ortega y Gasset, que a demás fue amigo suyo, dicen que él tiene una fuerte influencia del filósofo Nietzsche. Y esto es algo que yo no veo descabellado. Incluso El Reloj lo podría comparar un poco con una obra del filósofo: Así habló Zaratustra. En las dos obras el personaje principal se aleja del mundo “de fantasía” donde las personas hablan, los árboles, el mar, los arroyos se sienten, donde no están solos; y se van para una colina o una montaña a estar solos. El personaje de El Reloj se va para un castillo y el Zaratustra se va para una cueva. Al primero, lo acompaña un sapo; y al segundo, lo acompaña un águila y una culebra que paradójicamente son amigos. Luego de un tiempo (aunque para el primero no es claro cuanto tiempo permaneció en el castillo y para el segundo pasaron diez años) deciden volver a bajar y no estar solos. Aunque los dos bajan por situaciones diferentes, el primero, por tener una sensación de terror, y Zaratustra, porque cree que está preparado para hablarle a los hombres del superhombre.
Pero bueno, volviendo al cuento El Reloj, que es lo que concierne hoy. Ya he analizado el tiempo, el personaje, de alguna forma el conflicto y las acciones. Pero me falta la técnica que utilizó Baroja en el cuento. Y para ser sincera me parece lo más difícil y más tratándose de Pío Baroja. Entonces para tratar de analizar la técnica que utilizó Baroja en El Reloj, me voy a basar en lo que piensan algunos buenos cuentistas sobre la técnica.
Según Antón Chéjov la subjetividad es algo terrible y le resta valor al cuento[2]. Para mí, en este caso, Baroja es muy subjetivo, él no renuncia a él mismo, no escribe para el lector sino para él mismo. La obra refleja mucho de su personalidad.
Según Guy de Maupassant, el escritor trata de comunicarnos en su obra la visión personal del mundo reproducida en su ficción. “Dado que ha observado y meditado, el escritor aprecia el universo, los objetos, los hechos y los seres humanos de una manera personal que es el resultado de combinar sus observaciones y reflexiones.”[3] Baroja en esta obra logra perfectamente esto. Baroja no solo nos cuenta una historia o nos conmueve, sino que nos hace pensar y mirar lo oculto que hay en los hechos que describe. Hace que uno se conmueva casi como él se ha conmovido con la vida. A Baroja, lo que lo inspiraba o impulsaba a escribir era una persona o un lugar que había observado. Él decía que cuando veía un personaje extraño que lo sorprendía, un pueblo o una casa sentía deseos de escribir sobre ellos.
Según Horacio Quiroga, al escribir es mejor dejar de pensar en los amigos o en la impresión que dará la historia. Que es mejor contar el relato como si sólo importara para los mismos personajes de la obra, donde el mismo escritor hubiera podido ser un de ellos.[4] Esto lo consigue Baroja. Como lo dije antes, para mí Baroja en este cuento es el protagonista.
Baroja siempre tuvo un problema con la sintaxis. Según él., no la dominaba. Incluso en una de sus obras, en la presentación que él hace de sí mismo cuenta que lo que lo hubiera hecho más feliz en la vida, hubiera sido el escribir bien y rápidamente, con toda la sintaxis que, según dicen, un literato necesita. Cuenta él que un día un amigo, cuando él apenas se estaba diciendo por escribir, porque a propósito él era médico, le hizo la siguiente pregunta: “Oye, ¿Cuál es la técnica que piensas emplear en tus libros? Y que él se había quedado perplejo, porque tenía entendido que para escribir se necesitaba sintaxis pero no técnica.[5]
Algo que encontrado en común en los cuentos que he leído de Baroja, es que todos son contados en primera persona y dejan ver muchos rasgos de su personalidad. A excepción de Olaberri el macabro. Este cuento lo narra en tercera persona, y sin embargo, deja que el lector vea su personalidad, el cuento empieza así: “Olaberri era un pesimista jovial. No encontraba en el mundo más que vanidad y aflicción de espíritu…”
En conclusión, El Reloj es un cuento, como la mayoría de Pío Baroja, que maneja la subjetividad y deja ver al lector la representación y la ideología que tiene el autor. Y ese precisamente, es el encanto que Baroja tiene para mí.
[1] ORTEGA Y GASSET, José. El Espectador: Ideas sobre Pío Baroja: Sobre el arte de Baroja. Ed.: Salvat S. A. Navarra. 1970. P 61.
[2] Antón Chéjov:
[3] Guy de Mupassant: El Objetivo del escritor: Fragmento del prefacio a Pierre el Jean. 1888.
[4] Horacio Quiroga. Decálogo del perfecto cunetista. 1925.
[5] Baroja, Pío.
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