Más allá de los medios de comunicación

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Monday, August 20, 2007

NADA MÁS QUE LA VERDAD NADA MÁS QUE SHOW

“La notoriedad produce dividendos para todos, democratiza hasta las más chocantes aberraciones y aunque lo íntimo se conciba como aquello de lo que el sujeto sólo es responsable, la publicidad y los medios informativos pueden llegar a incluir dentro de su oferta de intimidad la estupidez de quienes, por uno u otro motivo, han perdido la conciencia de su propia dignidad[…]”[1]

Nada más que la verdad es un programa que se emite en las noches de lunes a viernes por el canal Caracol. El programa consiste en que un sujeto escogido entre muchos que se presentan se someta a responder con “nada más que la verdad” una serie de preguntas, que con anterioridad se han hecho con un polígrafo garantizando que las respuestas que dé puedan ser desmentidas o aceptadas, ante un público invitado y ante millones de televidentes. El programa goza de un alto reating, lo que indica que tiene bastante aceptación entre los espectadores.

El programa logra que una persona cuente ante todos su vida íntima, convirtiéndola en pública. Recordemos que puede convertirse en información pública, sólo aquella información que la persona libremente cuente y que sea de interés común.[2] Pero entonces ahí viene uno de mis primeros interrogantes: ¿Lo que cuentan las personas invitadas al programa es de interés común? Hasta qué punto los colombianos y colombianas disfrutamos con la vida íntima de otras personas, que en muchos de los casos, por lo menos en el programa mencionado, trae consigo consecuencias en las que hay implicadas más personas. Pareciese que la vida sentimental, sexual, laboral e incluso espiritual de una persona nos satisficiera y nos interesara hasta el punto de hacernos pensar que dicha información es de interés común para todos y debe ser publicada. Pero entonces, ¿quién determina en los medios de comunicación que información debe ser de interés común y por lo tanto información pública?; “El punto de vista del observador parece garantizar, gracias a la perspectiva de una tercera persona, un especial grado de objetividad del juicio, pero en realidad no es apropiado para enjuiciar la cuestión de si determinada acción o normas son de interés general o contribuyen al bien común”.[3]

Es evidente que los realizadores del programa tienen dentro de su pensamiento ético el de defender la verdad, desde mi punto de vista, sin importar a través de qué se logre y sin importar las repercusiones que puedan caer sobre la persona que divulga libremente su información íntima. Como lo entiendo de acuerdo con lo que Cristina Palacio, vicepresidenta de Desarrollo de Caracol. Sustenta: “Le enseñamos a la gente a valorar la verdad, porque en nuestra sociedad la mentira se convirtió en una realidad aceptada. Lo que pasa es que la gente se fija más en las preguntas sexuales”.[4]

No quiero decir con esto que el programa rompa normas o reglas, pues como lo dije en un párrafo anterior. Es totalmente legal revelar datos de la vida íntima de la persona, desde que ella dé su consentimiento libremente, pero dado el caso, el informador debe consultar el interés público. Con esto tampoco quiero decir que a los televidentes no les guste el programa, pues los puntos de reating certifican lo contrario. Sin embargo, “Tras el deseo de aparecer, de ser conocido por todos hasta en las reconditeces más íntimas se esconden intereses divergentes, pero siempre hay una ganancia, la quese deriva de existir en el mundo de los mortales aunque sea en una forma chocante y escandalosa”.[5]

Sí, de show escandaloso y chocante, califico el programa Nada más que la verdad. Es un programa que lo único que hace es aprovecharse de una situación para beneficiarse económicamente sin importar la vida de la persona, bajo la excusa de “Defender y descubrir la verdad”. Pero, ¿esa verdad a cuántas personas realmente les interesa conocerla, más allá de satisfacer el “boyerismo” y amarillismo en el que caemos a veces la mayoría de colombianos? El programa puede ser legal pero no legítimo. No es un programa del que nos podamos beneficiar todos y todas, pero por el contrario puede afectar a algunos. ¿Cómo garantizar que la información que se presenta ante las cámaras no es manipulada?

En palabras de Habermas diría: “Lo que se somete a juicio público consigue “publicidad”[6], “para los medios de comunicación de masas la notoriedad pública ha variado evidentemente sus significado. De una función de la opinión pública ha pasado a ser un atributo de aquello que precisamente atrae a la opinión pública”[7] pero en este caso, ¿el programa que opinión pública ha tenido? Realmente, ¿Ha sido una opinión pública crítica?



[1] Intimidad e información pública. Facultad de Comunicación Social. Universidad Pontificia Bolivariana. 1998. P. 16.

[2] Ibíd. P. 15

[3] HABERMAS. Aclaraciones a la ética del discurso. Ed. Trotto S.S. Madrid. 200. p. 38

[4] En: El Colombiano. Nada más que la verdad, el fenómeno televisivo.

[5] Intimidad e información pública. Facultad de Comunicación Social. Universidad Pontificia Bolivariana. 1998. P. 11.

[6] HABERMAS. Historia y crítica de la opinión pública. La transformación estructural de la vida pública. Gustavo Pili, México. P.63-64.

[7] Ibid. P. 42.

LA TÉCNICA DEL CUENTO

(Antón Chejóv)

RESEÑA

El documento está compuesto por seis fragmentos de cartas que Antón Chejov escribió a escritores que, según entiendo, están iniciando o están perfeccionando su técnica.

El primero de dichos fragmentos, es el de una carta dirigida a Alexander P. Chejóv. En éste se puede notar que para Chejóv la subjetividad a la hora de escribir un cuento, es un error. Para él, la subjetividad deja ver las manos y los pies del autor. “Dejar de lado esa subjetividad resulta tan fácil como tomarse una copa. Pero se requiere ser más honesto, lanzarse por la borda donde sea, no interponérsele al héroe de nuestra novela, renunciar a uno mismo aunque sea durante media hora”. En este caso, no me atrevo a refutar nada de lo que le escribe a Alexander Chejóv, sin embargo considero que es bastante difícil dejar dicha subjetividad, dejar de ponerle algo de nuestra personalidad, o de lo que quisiéramos ser a nuestros personajes y, aún más, cuando no dominamos la técnica. Quizá en este aspecto esté más de acuerdo con Julio Cortazar o con Horacio Quiroga, que con Chejóv. Para los dos es importante que cuando se escriba, se haga como si el autor del relato fuera uno de los personajes.[1]

El segundo fragmento que presenta el documento, pertenece a otra carta dirigida a Alexander Chejóv. Aquí Chejóv, le aconseja a Alexander que en un cuento no es necesario hacer descripciones demasiado largas y que deben tener un efecto determinante y, más, cuando se trata de descripciones de la naturaleza. También le aconseja que evite la descripción en la mente del héroe, puesto esto debe quedar claro a partir de las acciones del protagonista. En este aspecto estoy de acuerdo con Chejóv. Aunque me crea un poco de duda, pues en estos días leía un cuento de Oscar Wilde, en el que describía un aspecto de la naturaleza de la siguiente manera: “Volaban los pájaros gorjeando alegremente y las flores se asomaban por entre el verde césped y se reían.”[2]. Chejóv es claro en la carta cuando le dice a Alexander que frases como: “el sol se bañaba sobre las olas del mar que oscurecía vertiendo su oro morado” o “las golondrinas que volaban sobre la superficie del agua gorjearon alegremente” debían desecharse. Entonces, para Chejóv ¿el cuento de Oscar Wilde no hace una descripción auténtica de la naturaleza? ¿Cómo puedo darme cuenta de cuál es una buena descripción y una mala para lograr un efecto determinante?

El tercer fragmento, pertenece a una carta para I.L. Sheglow. En ella le dice a este escritor que ha cometido el error de hacer descripciones exageradamente detalladas. Le aconseja que no deje caer el suspenso, que no le dé la oportunidad al lector de recuperarse de lo que está leyendo. Al igual que Chejóv, otros escritores de cuentos, opinan lo mismo. Entre ellos, puedo mencionar a Juan Bosh. Para Bosh, lo fundamental es mantener vivo el interés del lector y por tanto, no dejar perder la tensión, que es más importante tener intensidad en el cuento que extensión. Y ahora que mencionó esto de la intensidad y la extensión, se me es inevitable recordar cuentos de Augusto Monterroso, como por ejemplo: La rana que quería ser una rana auténtica y el cuento del dinosaurio. Estos son cuentos muy cortos, el primero, no tiene más de una página y el segundo, más de de tres renglones, y, sin embargo, logran para mí, ser muy buenos cuentos.

El cuarto fragmento, es el de una carta para A. S. Souvorin. En esta carta Chejóv le responde a alguien una crítica acerca de uno de los personajes, de una obra suya llamada “Fiesta”. La crítica que le hicieron, era más una recomendación, le decían que debía desarrollar más el héroe de la obra. Chejóv le dice a quien le escribe, que a él le gusta hacer con calma sus cuentos. Pero que para esta obra no dispuso mucho de tiempo. Sin embargo, Chejóv confiesa que a veces, cuando inicia sus cuentos se deja ir, pero que a la mitad teme que se extienda demasiado y que por esta razón muchos de sus cuentos parecen al principio una novela. Que intenta hacer primero una estructura del cuento, y que en ella escoge a dos personajes donde descargar todo lo principal y que los demás personajes, como dice él, “se distribuyen sobre la tela como moneditas”.

También dice, que lo que ha escrito hasta el momento (octubre 27 de 1888) no es más que basura, comparado con lo que le gustaría escribir. Que ha tenido personajes en su cabeza que no ha dejado salir o que simplemente los ha desechado.

Para ser sincera, no entiendo muy bien lo que le quiso decir Chejóv a Souvorin. Pero puedo relacionarlo con algo que dice Julio Cortázar: “escribir es de alguna manera exorcizar, rechazar criaturas invasoras proyectándolas a una condición que paradójicamente les da existencia universal […] Pretender liberarse de criaturas a base de mera técnica narrativa puede quizá dar un cuento, pero al faltar la polarización esencial, el rechazo catártico, el resultado literario será precisamente eso, literario […]”[3] Por lo poco que puedo entender, Chejóv no ha logrado exorcizar muchos de sus personajes. Quizá porque es demasiado objetivo.

El quinto fragmento, es de otra carta para Souvorin. En ella Souvorin le reclama su exceso de objetividad. A esto Chejóv responde, que ese es su trabajo, que no se puede poner a dar sermones en su cuento, pues aunque sería divertido, la técnica no lo permitiría. Si se pusiera a dar una clase de moral con sus cuentos o a ser subjetivo con sus personajes, se extendería demasiado y dejaría de ser un cuento su escrito. Chejóv dice que confía plenamente en que el lector añadirá los elementos subjetivos que están faltando en el cuento. Creo que lo que sustenta Chejóv acerca del lector es cierto. O como diría Oscar Castro García: “Es propicio de la escritura no decirlo todo de una vez, dejar que los lectores u oyentes complementen, indaguen, imaginen y concluyan”.

Y el sexto, y último fragmento, pertenece a una carta dirigida a E, M. S. En esta Chejóv felicita a esta mujer. Le dice que ha ido perfeccionando su estilo, que tiene seguridad para escribir. Pero que le hace falta fuerza los finales. También le dice, que pareciera que no corrigiera sus cuentos, que les deja demasiada información que se hace innecesaria. Que lamentablemente la obra de ella carece de concisión, que es lo que precisamente le da vida a las obras breves. Chejóv le escribió una frase que me gustó mucho para explicarle lo que sucedía con sus cuentos: “Para esculpir un rostro en una pieza de mármol es necesario quitar todo aquello que no es de la cara”. Este fragmento me hizo recordar lo que hablaba en estos días con algunos compañeros: la economía de palabras. Par un buen cuento no es necesario describir demasiado lo que no es importante para mantener la tensión, como se puede hacer en una novela, basta con tener las palabras correctas, las palabras precisas, no dar muchos rodeos para describir las acciones. En un cuento el autor no se puede dar el lujo de perder al lector, no lo puede dejar ir.



[1] CORTÁZAR, Julio. Del Cuento Breve y sus Alrededores.

[2] WILDE, Oscar. El Príncipe Feliz.

[3] CORTÄZAR; Julio. Del cuento breve y sus alrededores.

El Reloj de Pío Baroja



“¡Ah! Soy feliz –me repetía a mí mismo-. Ya no oigo la odiosa voz humana, nunca, nunca.”

¿Pesimista? No sé. ¿Nihilista? Tampoco lo sé. Quizá las dos. Para ser franca no sé como definir a Pío Baroja. Por ahora me preocuparé por hacer el intento de analizar uno de sus cuentos: El reloj.

Este cuento me gustó particularmente por el manejo del tiempo y por el inesperado final. (No creí que Baroja hubiera escrito cuentos, siempre pensé que sólo tenía novelas).

“Hay en los dominios de la fantasía bellas comarcas en donde los árboles suspiran y los arroyos cristalinos se deslizan cantando por entre orillas esmaltadas de flores a perderse en el azul mar. Lejos de estas comarcas, muy lejos de ellas, hay una región terrible y misteriosa en donde los árboles elevan al cielo sus descarnados brazos de espectro y en donde el silencio y la oscuridad proyectan sobre el alma rayos intensos de sombría desolación y de muerte.”

De este párrafo inicial podría pensar primero, en la percepción, que según dicen algunos escritores, tenía él de la vida, Baroja pensaba que los seres humanos fantaseaban mucho, que la vida se les iba en creer lo que imaginaban. Pero que la vida no era así. Para muchos él fue demasiado pesimista; y segundo, en la visión que él posiblemente tuviera de la realidad.

Baroja escribió el cuento en primera persona y durante todo el desarrollo del cuento sólo aparece el mismo personaje. Esta persona es un hombre, y por lo que se puede entender, es adulto, aunque no pude determinar si era joven o anciano. El héroe de este cuento, es una persona, desde mi punto de vista, pesimista, egoísta, pero que tiene una lucha contra él mismo, porque a la vez no quisiera estar solo.

“La vida estaba dominada; había encontrado el reposo. Mi espíritu gozaba con el horror de la noche, mejor que con las claridades blancas de la aurora.

¡Oh! Me encontraba tranquilo, nada turbaba mi calma; allí podía pasar mi vida solo, siempre solo, rumiando en silencio el amargo pasto de mis ideas, sin locas esperanzas, sin necias ilusiones, con el espíritu lleno de serenidades grises, como un paisaje de otoño.”

Después de leer esto también pensé, que Baroja tenía muy claro que él sólo iba a encontrar esa paz interior o esa forma de vivir que buscaba con la muerte. Ortega y Gasset escribió algo sobre la sensación que le dejaba el leer las obras de Pío Baroja, “En cada instante se empieza y a la vez se concluye, reflejo del alma de Baroja, que nace y muere en cada instante, pues buscar un acuerdo con lo que ayer pensó y sintió le parecía sobornarse a sí mismo”[1]

El cuento describe dos ambientes, el primero que es el de la fantasía lo describe como un paisaje hermoso, con árboles y con azul mar. Y el otro, es una colina muy retirada del primer lugar donde hay un castillo. Allí es de noche, es oscuro y sombrío. Un lugar donde no hay más que un sapo solo, como el protagonista de la obra.

En este último lugar hay un reloj. Elemento importante en la obra. El protagonista del cuento, a medida que nos cuenta la historia de cómo fue a parar al castillo y de lo feliz que llegó a sentirse allí, es insistente al decir “Y el reloj sombrío media indiferente las horas tristes con su tictac metálico”. Sólo cambia esta frase al final del cuento: “Y el reloj sombrío que mide indiferente las horas tristes se había parado para siempre.”

Este final, me hizo pensar en que el narrador o, en este caso, el protagonista, había muerto, pues nos venía contando que hubo un momento en que se llenó de terror de sentirse solo en ese castillo y pidió a los árboles, a la luna, al viento y hasta a los mismos hombres, que no se alejaran de él. Que lo acompañaran con su ruido. Pero todos ellos, como el mismo lo dice: permanecieron sordos. Y es en ese instante donde el reloj que mide indiferente las horas se había parado para siempre. Sin embargo, es imposible que el protagonista haya muerto, pues él empieza contándonos en presente, un suceso que le ocurrió a él en el pasado, él nos cuenta un recuerdo que tiene. A demás, él ya no dice que el reloj medía, sino que mide. Ese cambio del tiempo, da pie para que uno piense que el reloj sólo paró en ese momento, porque aún sigue midiendo las horas. Yo concluí que, en ese momento en que se sintió solo y el reloj paró, paró también su soledad. Que en ese momento él volvió a los dominios de la fantasía donde es de día y los árboles, las flores, los arroyos y el mar se sienten siempre. Por esta razón es que digo, que el personaje tiene un conflicto con él mismo, pues está en una constante pelea entre el estar solo y no fantasear y el estar con todos y vivir con sus esperanzas e ilusiones.

Aunque también podría concluir, que simplemente en el instante que se paró para él el reloj, él se había quedado dormido. Pues según él, cuando estuvo en el castillo estaba borracho por el alcohol y sus tristezas. Y ahora que menciono tristeza, esto también es algo bueno para analizar. ¿Por qué estaba triste? Para mí estaba triste, por ver como la gente vivía la vida y él no le encontraba sentido. ¿Por qué pienso esto? Lo que pasa es que para mí es inevitable, el leer este cuento y no pensar inmediatamente en que Baroja es quien cuenta la historia, que Baroja es el protagonista.

Los que han estudiado la vida de Baroja a fondo, entre ellos Ortega y Gasset, que a demás fue amigo suyo, dicen que él tiene una fuerte influencia del filósofo Nietzsche. Y esto es algo que yo no veo descabellado. Incluso El Reloj lo podría comparar un poco con una obra del filósofo: Así habló Zaratustra. En las dos obras el personaje principal se aleja del mundo “de fantasía” donde las personas hablan, los árboles, el mar, los arroyos se sienten, donde no están solos; y se van para una colina o una montaña a estar solos. El personaje de El Reloj se va para un castillo y el Zaratustra se va para una cueva. Al primero, lo acompaña un sapo; y al segundo, lo acompaña un águila y una culebra que paradójicamente son amigos. Luego de un tiempo (aunque para el primero no es claro cuanto tiempo permaneció en el castillo y para el segundo pasaron diez años) deciden volver a bajar y no estar solos. Aunque los dos bajan por situaciones diferentes, el primero, por tener una sensación de terror, y Zaratustra, porque cree que está preparado para hablarle a los hombres del superhombre.

Pero bueno, volviendo al cuento El Reloj, que es lo que concierne hoy. Ya he analizado el tiempo, el personaje, de alguna forma el conflicto y las acciones. Pero me falta la técnica que utilizó Baroja en el cuento. Y para ser sincera me parece lo más difícil y más tratándose de Pío Baroja. Entonces para tratar de analizar la técnica que utilizó Baroja en El Reloj, me voy a basar en lo que piensan algunos buenos cuentistas sobre la técnica.

Según Antón Chéjov la subjetividad es algo terrible y le resta valor al cuento[2]. Para mí, en este caso, Baroja es muy subjetivo, él no renuncia a él mismo, no escribe para el lector sino para él mismo. La obra refleja mucho de su personalidad.

Según Guy de Maupassant, el escritor trata de comunicarnos en su obra la visión personal del mundo reproducida en su ficción. “Dado que ha observado y meditado, el escritor aprecia el universo, los objetos, los hechos y los seres humanos de una manera personal que es el resultado de combinar sus observaciones y reflexiones.”[3] Baroja en esta obra logra perfectamente esto. Baroja no solo nos cuenta una historia o nos conmueve, sino que nos hace pensar y mirar lo oculto que hay en los hechos que describe. Hace que uno se conmueva casi como él se ha conmovido con la vida. A Baroja, lo que lo inspiraba o impulsaba a escribir era una persona o un lugar que había observado. Él decía que cuando veía un personaje extraño que lo sorprendía, un pueblo o una casa sentía deseos de escribir sobre ellos.

Según Horacio Quiroga, al escribir es mejor dejar de pensar en los amigos o en la impresión que dará la historia. Que es mejor contar el relato como si sólo importara para los mismos personajes de la obra, donde el mismo escritor hubiera podido ser un de ellos.[4] Esto lo consigue Baroja. Como lo dije antes, para mí Baroja en este cuento es el protagonista.

Baroja siempre tuvo un problema con la sintaxis. Según él., no la dominaba. Incluso en una de sus obras, en la presentación que él hace de sí mismo cuenta que lo que lo hubiera hecho más feliz en la vida, hubiera sido el escribir bien y rápidamente, con toda la sintaxis que, según dicen, un literato necesita. Cuenta él que un día un amigo, cuando él apenas se estaba diciendo por escribir, porque a propósito él era médico, le hizo la siguiente pregunta: “Oye, ¿Cuál es la técnica que piensas emplear en tus libros? Y que él se había quedado perplejo, porque tenía entendido que para escribir se necesitaba sintaxis pero no técnica.[5]

Algo que encontrado en común en los cuentos que he leído de Baroja, es que todos son contados en primera persona y dejan ver muchos rasgos de su personalidad. A excepción de Olaberri el macabro. Este cuento lo narra en tercera persona, y sin embargo, deja que el lector vea su personalidad, el cuento empieza así: “Olaberri era un pesimista jovial. No encontraba en el mundo más que vanidad y aflicción de espíritu…”

En conclusión, El Reloj es un cuento, como la mayoría de Pío Baroja, que maneja la subjetividad y deja ver al lector la representación y la ideología que tiene el autor. Y ese precisamente, es el encanto que Baroja tiene para mí.



[1] ORTEGA Y GASSET, José. El Espectador: Ideas sobre Pío Baroja: Sobre el arte de Baroja. Ed.: Salvat S. A. Navarra. 1970. P 61.

[2] Antón Chéjov: La Técnica del Cuento: Fragmentos de diversas cartas escritas entre 1883 y 1895.

[3] Guy de Mupassant: El Objetivo del escritor: Fragmento del prefacio a Pierre el Jean. 1888.

[4] Horacio Quiroga. Decálogo del perfecto cunetista. 1925.

[5] Baroja, Pío. La Busca. Ed.:Salvat S.A. Navarra. 1904.189 p.